La vida es... Movimiento

Y, aunque te parezca mentira, los modos de vida sedentarios son la causa directa, según un informe elaborado por la Organización Mundial de la Salud (OMS), del aumento de la mortalidad, morbilidad y discapacidad de los seres humanos. Esta organización dedicó el Día Internacional de la Salud (2002) a promover los estilos de vida activos frente a la proliferación del sedentarismo, un problema importante de salud pública, que afecta a millones de personas en todo el mundo.

Que no te paren ni te pares

Como ya hemos dicho nuestro organismo no está diseñado para "estarse quieto" y, por eso, la vida sedentaria hace que el esqueleto, por ejemplo, se debilite y pierda sus funciones. Esto se debe a la misma naturaleza de los huesos. En ellos, unas células, llamadas osteoblastos, se encargan de fabricar tejido óseo en aquellas zonas donde se necesita un refuerzo debido, por ejemplo, al ejercicio, de esta manera, la estructura ósea se fortalece. Por el contrario, otras células, llamadas osteoclastos, destruyen el hueso y absorben calcio allí donde, ya, no hace falta. De ahí que el esqueleto de los individuos sedentarios se descalcifique progresivamente en mayor medida que los huesos de las personas entrenadas y ceda más fácilmente a los traumas o a enfermedades como la artrosis o la artritis. Además la falta de actividad consigue que los músculos y los tendones pierdan tamaño, fuerza y flexibilidad, se aplanen y se fatiguen con mayor facilidad.

De igual forma, las personas sedentarias tienen más posibilidades de padecer dolores musculares.

El movimiento es salud

El ejercicio físico, además, disminuye a la mitad la probabilidad de sufrir enfermedades coronarias, diabetes del tipo II o cáncer de colon. Ayuda a prevenir y aminorar la hipertensión. Contribuye a prevenir y reducir la osteoporosis, de hecho, baja a la mitad el riesgo de fractura de cadera en las mujeres. Reduce el riesgo de mortandad por episodios cardiacos o cerebrales. Se ha demostrado que las personas físicamente activas sufren menos enfermedades degenerativas crónicas. En personas adultas, el ejercicio físico contribuye a evitar el riesgo de caídas. También es de gran ayuda contra el estreñimiento, las varices, la sensación de fatiga, los dolores de espalda, la depresión, la ansiedad y el estrés.

Y, ¡cómo no!, es indispensable en la lucha contra la obesidad, una patología que se ha duplicado en los últimos años, hasta tal punto, que afecta a pacientes de todas las edades. Esto ha motivado campañas institucionales para luchar contra su aparición entre los más jóvenes "se estima que el 30% de los niños obesos llegarán a ser adultos obesos". En esta línea, un estudio publicado por la revista científica Science y elaborado por la norteamericana clínica Mayo concluía que acortando en dos horas el tiempo diario dedicado al sedentarismo, un individuo podría consumir hasta 350 kilocalorías, cantidad suficiente para evitar, por ejemplo, la obesidad.

Cambio de hábitos

El caso es que no hacen falta grandes esfuerzos, no se trata de realizar deportes extremos, ni duros entrenamientos. Nos dicen los médicos que cambiando algunos de nuestros hábitos es suficiente:

• Olvidarse de los ascensores para subir o bajar las escaleras.
• Realizar las compras en comercios que se encuentren un poco más lejos de nuestra casa.
• Pasear media hora al día.
• Montar en bicicleta o nadar si es posible.
• O, simplemente, participar en los juegos de nuestros hijos al aire libre.

Es una cuestión cultural, desde luego, por lo tanto hay que inculcar a los niños un modo de vida activo y nada mejor que hacerlo con nuestro propio ejemplo. Para los que se han acostumbrado al sedentarismo, bien por un exceso de trabajo o por comodidad, todavía estáis a tiempo. Así que... ¿A qué esperas? ¡Muévete!