Ni tu edad ni tu tipo de piel mandan: 3 claves que determinan la salud de tu piel
Ni la edad, ni el género, ni siquiera tu clasificación cutánea son tan importantes como te han hecho creer. pH, microbiota y manto hidrolipídico: el trío que deberías estar mimando según la facialista Esther Moreno
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Durante años nos han hecho creer que para cuidar bien la piel hay que empezar por el tipo: ¿seca? ¿mixta? ¿grasa? ¿sensible? Y si además añadías la edad y el sexo, parecía que la rutina perfecta caía del cielo. Error.
La facialista y cometóloga Esther Moreno, de EM Studio lo deja claro: ni la edad, ni el género, ni siquiera tu clasificación cutánea son tan importantes como te han hecho creer. Porque la piel, más allá de etiquetas, se mueve en torno a tres pilares universales que SÍ marcan la diferencia: el pH, la microbiota y el manto hidrolipídico.
Sí, has leído bien. Y si no los cuidas, olvídate de conseguir resultados duraderos (por mucho que te pongas los mejores activos).

El nuevo mantra: equilibrio antes que etiquetas
Olvídate de si tienes 30 o 60, piel grasa o seca. Si hay algo que Esther repite en consulta (y con razón) es que el enfoque tradicional está obsoleto. Hoy se impone una cosmética más científica y personalizada, donde el objetivo no es encasillarte en un "tipo", sino entender cómo está tu piel realmente.
¿Y cómo se sabe? Escuchándola. “El pH debe estar equilibrado, la microbiota debe estar sana y el manto hidrolipídico tiene que estar íntegro. Si uno de estos tres falla, los otros también”, explica.
1.- El pH: tu escudo invisible.
El pH natural de la piel ronda entre 4,5 y 5,5, es decir, ligeramente ácido. ¿Por qué importa? Porque ese valor controla literalmente todo: desde la capacidad de protegerte frente a bacterias hasta cómo se absorben los activos. Una limpieza demasiado agresiva con limpiadores que no estén correctamente equilibrados o ciertos exfoliantes mal usados pueden alterar ese pH, y cuando eso pasa, la piel entra en “modo alarma”: rojeces, irritación, brotes… ¿te suena?
Truco experto: “evita limpiadores irritantes y opta por fórmulas eficaces con activos como probióticos o enzimas que respeten el pH”, recomienda Moreno.
2.- La microbiota: tu ejército de microorganismos buenos.
Sí, la piel tiene su propio ecosistema. Y no, no se trata de eliminar todas las bacterias (como a veces pensamos), sino de proteger las que son beneficiosas. “Esta flora cutánea regula la inflamación, refuerza la inmunidad y mantiene a raya los desequilibrios. Cuando la microbiota se altera, puedes notar desde sensibilidad extrema hasta acné adulto o incluso dermatitis”, alerta la facialista.
Lo que ayuda: productos con prebióticos, fermentos o ingredientes botánicos que alimenten ese equilibrio.
3.- El manto hidrolipídico: el velo que mantiene la piel en calma.
Imagina una mezcla perfecta de agua y grasa que recubre tu rostro. Eso es el manto hidrolipídico: una película invisible que mantiene la hidratación, protege del entorno y evita la pérdida de lípidos esenciales. El problema es que muchos tratamientos (por muy eficaces que sean) pueden comprometerlo si no se usan bien. “De ahí la importancia de compensar los activos potentes (como retinoides o ácidos) con fórmulas que refuercen esa capa protectora”, explica Esther Moreno.
Clave de experta: “alterna noches de tratamiento activo con rutinas de recuperación. Tu piel no necesita “darlo todo” cada día. Necesita ritmo, ciclos, descanso”, recomienda Moreno.

¿Conclusión? Deja de obsesionarte con etiquetas
La edad, el género o el tipo de piel son factores de contexto, sí, pero no lo son todo. Si solo te guías por eso, siempre te faltará una pieza clave del puzzle. Como bien dice Esther: “si no cuidas el equilibrio interno de la piel, ningún activo por sí solo puede hacer magia”.
Así que la próxima vez que montes tu rutina, cambia la pregunta. No es "¿qué edad tengo?" ni "¿qué tipo de piel soy?", sino "¿cómo está mi pH?", "¿cómo está mi microbiota?", "¿está sano mi manto hidrolipídico?". Cuando cuidas estas tres patas del equilibrio, el resto —luminosidad, firmeza, textura— llega solo.

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